
No creo en el cantonamiento de los géneros y, como autor y lector, suelo refutar los precintos sellados: a los que en cambio son tan aficionados los feligreses devotos de la más estricta ortodoxia con las respectivas reglas narrativas de cada santuario literario. «¿Es esto novela negra o no?» ; «¿De verdad es novela histórica?»; «¿Puede considerarse aquello novela de espionaje?», se repite en una u otra comunidad de lectores. Las respuestas acostumbran a ir en un sentido u otro según se cumpla o no a raja tabla con ciertos cánones establecidos por los llamados «Maestros», «Clásicos» o como se quiera denominarles. En nombre de esa ortodoxia han surgido debates más o menos estériles y siempre de espaldas a la innovación narrativa. Quienes participamos en dichos foros sabemos mucho de esas discusiones convertidas en senderos hacia ninguna parte.
Al hilo de lo apuntado, particularmente continuo defendiendo la hibridad narrativa como fuente de riqueza de la creación literaria y desde la constante búsqueda de los vasos comunicantes entre los diversos géneros, que son por donde circulan y se intercambian las problemáticas comunes. No existe novela histórica que no hable por momentos de la perversidad del poder, ni tampoco novela negra que no ilumine un contexto histórico, político y social, de la misma manera que no hay obra de espionaje que no recoga las cloacas de la historia o recuerde la maldad del ser humano. Es con esos vasos comunicantes que Guillermo Galván ha trabajado en su último novela Morir en noviembre (Harper Collins, 2021), y por la vía de un personaje singular, el detective Carlos Lombardi, un policía republicano protagonista de una serie ya con dos anteriores entregas,Tiempo de siega (2019) y La virgen de los huesos (2020), ambas editadas por el mismo sello.
Madrid, 1942. Carlos Lombardi continua «señalado» bajo libertad vigilada, protegido por su ex jefe en la policía, un hombre favorable a los nacionales, pero al que le ata un respeto personal y profesional a raíz de sus trayectorias comunes durante la dictadura de Primo de Rivera y después, en los años de la República. Tiempo de hambruna en ese Madrid de las cartillas de racionamiento y los buitres estraperlistas, Lombardi sobrevive como colaborador oficioso de la Dirección General de Seguridad en la sección de la Criminal, al tiempo que trabaja como detective privado en la agencia Hermés, propiedad de un comisario retirado.
En el mes de noviembre, recibe la visita de una austera empleada de tienda que requiere sus servicios: un viejo y fiel amigo de su difunto marido y con el que sigue manteniendo una estrecha relación, ha desaparecido como por arte de magia. A Lombardi le tocará dar con él. Todo apunta a su suicidio, dado que su cadáver ha sido encontrado junto al cuerpo de una mujer del que se desconoce la identidad. Ayudado en su investigación por un compañero de la agencia de detectives, antiguo guardia de asalto purgado por el régimen, y por una auxiliar del Departamento de Identificaciones, joven falangista de espíritu independiente, moderna, muy atípica respecto a los valores de la Sección Femenina, Lombardi va encontrarse con un asunto más serio de lo que había llegado a suponer. Lo que en principio parece un caso de bajo vuelo, oculta en realidad un asunto político de gran calado y del que dependenderá el futuro de una Europa inmersa en una guerra atroz.
Hay que decir que, por su estética,ambientación y personajes, la obra de Galván es capaz de captar a los lectores más apasionados de aquel mitico cine negro norteamericano de la época dorada de Hollywood, (con sus andros llenos de perdición, de gansters, de femmes fatales y glamur), pero sin por ello caer en la frivolidad. Y es que Guillermo Galván no pierde de vista esa oscura y parca España del Nuevo Estado, de la opacidad y abuso de poder por parte de un régimen totalitario y corrupto, ni tampoco a esa sociedad española asolada por la miseria y la injusticia. La misma que los lectores podrán percibir a través de los ojos de Carlos Lombardi.
Se me antoja pensar que Galván, además de novelista, merece también el estatuto de eso que llamamos de forma coloquial, una rata de biblioteca: así lo demuestra su buen conocimiento histórico de los fascismos más allá de nuestras fronteras, y sobre el que nos ilustra sin caer en una lastrante disertación y siempre manteniendo viva la magia ficcional. Pero más allá de la trama histórica y detectivesca, no cabe duda que la verdadera locomotora de la exitosa serie de Galván es su protagonista, un personaje magnificamente logrado, de un enorme magnetismo y capaz de establecer vínculos de intimidad con el lector.
Es sabido que el cine de los 40 y sus diversas mimetizaciones de los últimos años contribuyeron a asentar en el imaginario colectivo las configuraciones simbólicas y representacionales en torno a los protagonistas del género negro, plasmadas, por lo común, en modelos establecidos y hegemónicos de masculinidad. En este caso, Galván otorga amplia libertad a los caprichos del lector cuando se trata de Carlos Lombardi. Algunos podrán ver en él a ese entrañable y mítico Humphrey Bogard en el papel del detective Marlowe y otros al guapisimo Kevin Kostner encarnando a Eliot Ness. Por hacer honor a nuestra tradición cinematográfica, quizás el resto perciba en Lombardi una mímesis del inspector Ángel Barciela, interpretado por el joven, atractivo y viril Carmelo Goméz en Tu nombre envenena mi sueño: el gran film de Pilar Miró sobre el Quinta Columna, basado en la obra del entonces todavía políticamente honorable Joaquin Leguina. Después de todo, la literatura está para abrir los surcos de la imaginación.
La licencia que pueda tomarse cada lector con el universo de la fantasía erótica no debe sin embargo alejarnos de la esencia del personaje. Y es que Lombardi encarna, no solo a esa policía moderna que pretendió poner en pie la Segunda República, sino también el espíritu de aquella España de los «vencidos» que se vio condenada al desconcierto y la resignación cuando el mundo empezó a dividirse en dos bloques irreconciliables. Eso es lo que abre incógnita sobre el final que Galván le dará a esta serie y que, en mi modesta opinión de lector, no debería ir más allá del período histórico de aquella tenebrosa España de la esperanza perdida.
No cabe duda que eso que se ha venido a denominar, «Totalitarismo Noir», y en el que se inserta la obra de Guillermo Galván, aporta nuevos aires a un género negro que se va deslizando por los caminos de la repetición y el autoplagio de muchos autores que escriben sobre plantillas abdicando de cualquier originalidad. Para los devotos de la tradición narrativa sobre la guerra y la posguerra española, Morir en noviembre es un magnifico regalo literario que nos reconcilia con la memoria histórica.
FICHA TÉCNICA
Autor: Guillermo Galván
Título: Morir en noviembre
Editorial: Harper Collins
Lugar de edición: Barcelona
Año de edición: 2021
Número de páginas: 445
.