ANAMARÍA TRILLO : » QUERÍA VER HASTA QUÉ PUNTO SE PUEDE REPARAR EL ALMA HUMANA TRAS UN DESASTRE DEMENCIAL»

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Fotografía Click&Play

Periodista y editora, Anamaría Trillo está entre los nuevos autores y autoras que  han ido surgiendo bajo la identidad de lo que se ha venido a conocer como Generación Subway. Una corriente literaria y poética que ha girado alrededor del sello  Playa de Ákaba y bajo el impulso del novelista Lorenzo Silva y la poetisa Noemi TrujilloAnamaría Trillo  escribe desde que era muy joven y ahora acaba  de dar el gran salto con su primera novela, » Amaneció de nuevo Madrid» ( Playa de Ákaba,2015). Una obra que ya está en su segunda edición, pero sobretodo, un magnifico regalo literario y un alegato contra la desmemoria. Obra inserta en la más exquisita tradición realista, «Amaneció de nuevo Madrid» es un homenaje a los «vencidos», una reflexión sobre la adolescencia robada, pero también una oda a la esperanza incluso en las peores circunstancias. A lo largo de esta entrevista, conversamos sobre esta nueva  e importante aportación a la tradición narrativa sobre la guerra y la posguerra española.

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Tu periplo ha sido hasta ahora como editora y lectora. Ahora estás al otro lado de la barrera en condición de escritora. Supongo que la percepción de las cosas no es la misma de un lado como del otro. ¿Qué es lo que separaba a esas dos almas?

Puede parecer que la faceta de editora puede ayudarte como escritora a la hora de saber qué puede funcionar y qué no, qué es bueno o qué no lo es, pero en realidad no es así. Te ayuda a tener cierto criterio sobre lo que quieres escribir, te ayuda a la hora de tener un poco más de visión sobre lo que hacen los demás, pero ningún editor tiene una bola de cristal como para saber qué libro tendrá éxito y cuál no. Cuando estoy en mi papel de editora, intento olvidarme de que yo también escribo, para no juzgar las obras de otros autores como si fueran mías, busco algo de objetividad y pongo a trabajar a la lectora, no a la escritora. Lectora, editora y escritora son tres formas de enfrentarse a un texto que son diferentes, a veces pueden complementarse y otras no. En cualquier caso, las tres forman parte de mí, aunque lo cierto es que leo desde niña, escribo desde niña y soy editora como adulta. Quizás las dos primeras están más presentes en mí, o al menos de una manera más “natural”.

Coincidiendo con el aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, han ido proliferando bastantes novelas sobre este periodo histórico y al mismo tiempo retomando fuerza la narrativa sobre la guerra y la posguerra en España.  ¿Se puede decir que se está rompiendo con los recientes años de silencio narrativo sobre esta etapa de nuestra historia?

Hay mucha gente que opina que hay demasiadas obras sobre la guerra civil española, pero yo no estoy de acuerdo. En otros países se ha tratado el tema de la guerra y la memoria de manera más profunda, y creo que en España aún tenemos mucho que hacer para llegar a ese nivel. Sí se está rompiendo ese silencio, pero debe romperse aún más y no confundir silencio con olvido o perdón. Me parece que en España, quizás por culpa de un sistema educativo deficitario, no se estudia suficientemente nuestra historia, y lo que es más grave, nuestra historia más reciente.

Hablando de enseñanza, todos conocemos la fama de “maría” que solía tener y sigue teniendo la historia. ¿La literatura  es una forma más amable de conocimiento del pasado, más asimilable, vehicula mejor la construcción de la memoria colectiva?

Es una pena que la asignatura de historia no tenga el lugar que merece en nuestro sistema educativo, y así nos va. Hay generaciones enteras que desconocen hasta los datos más básicos de nuestra historia: lamentable. Yo la recuerdo de manera dispar, hubo profesores soporíferos, pero también hubo quienes me contagiaron su pasión.

Podemos hacer la misma valoración respecto de la literatura. Creo que no se estudia ni suficiente ni en la dirección adecuada. En cuanto a vehículo de memoria colectiva, efectivamente, creo que la literatura ayuda a aprender sobre nuestra propia historia de manera más amena, aunque también tenemos que aceptar que de manera más subjetiva.

Lo ideal sería poder combinar ambas. Entiendo la utilidad de las asignaturas de ciencias, no discuto que son muy necesarias, ahora bien, también creo que las humanidades deberían tener su justo valor. Para que los ciudadanos de verdad puedan ser libres tienen que leer, aprender a forjarse sus propias opiniones: estudiar historia, filosofía, sociología, literatura… Es increíble que muchos jóvenes no sepan por qué tenemos una monarquía y no una república, por qué Gibraltar no es español, qué responsabilidad tenemos en los refugiados saharauis, etc. Presumimos de libertad, pero tenemos la libertad que nos da el dinero.

Si me permites el inciso y contrastándolo con el profundo realismo de tu novela, no te parece que series televisivas de éxito como, por ejemplo, “ Amar en tiempos revueltos” o “Velvet”,  han tendido a caer en la más escandalosa frivolización de un periodo histórico muy doloroso para la sociedad española y que, para colmos, relativiza la envergadura del franquismo? 

Estoy completamente de acuerdo. En las pocas ocasiones en las que he visto alguna de estas series he acabado enfadada y quitando la televisión. Se ha frivolizado absolutamente un tiempo que fue terrible. En los 40 y 50, los españoles y las españolas no eran como nos quieren hacer ver. Son meros folletines donde priman las historias de amor, pero no se profundiza en absoluto en la realidad. Mucha gente me pregunta por qué escribo de manera tan realista y la verdad es que me gusta ser muy precisa, con obsesión casi de cronista, porque creo que en la vida real están las mejores historias, los mejores giros argumentales, los personajes más creíbles. Quizás resulto pretenciosa al decirlo, pero si estas series folletinescas han gustado al público, no se imaginan los productores lo interesante que resultaría una serie de la vida de Margarita en Madrid. Estoy convencida de ello.

Supongo que, al igual que muchas escritoras y escritores que han abordado este periodo histórico, te habrás imbuido de toda la literatura sobre la guerra y la posguerra, sobre todo de las obras más clásicas y emblemáticas que proliferaron desde la generación del 50 hasta la producción de los 80 y 90. ¿Cuáles han sido tus influencias literarias, qué autores te marcaron más?

Pues en realidad mi influencia literaria viene de bastante más atrás, en Amaneció de nuevo Madrid he tratado de emular, humildemente, al gran Benito Pérez Galdós. He querido beber de su realismo. He leído mucho sobre la guerra y la posguerra, sí, pero no ficción, y lo he hecho así precisamente para no verme influenciada sobre lo que escriben los demás.

¿Por qué Madrid como contexto narrativo?

Madrid es una ciudad maravillosa. Me encanta pasear por ella y tiene una historia apasionante. Sé que muchos escritores buscan evadirse de su realidad buscando lugares lejanos, países ajenos o lugares exóticos, pero yo quería escribir de lo que conozco, de lo que puedo ir a ver en cualquier momento, de lo que me trae recuerdos…

El título “Amaneció de nuevo Madrid” es muy sugerente y enseguida se da uno cuenta de que en tu espíritu debió de estar esa tenebrosa posguerra que vivió la capital. Supongo, por otra parte, que eso te debió de exigir mucha investigación. ¿Cómo trabajaste para preparar los materiales para tu novela?

Pues leyendo lo más posible sobre nuestra historia, consultando a los que saben, escuchando a quien te quiere contar cosas… la documentación ha sido apasionante. Hay mucha gente aficionada a la historia de Madrid con webs, blogs, etc. Me he empapado de los libros de algunos cronistas oficiales de la Villa, como Pedro Montoliú o Ángel del Río, y también, como periodista, he buceado por la hemeroteca de diarios como el ABC.  Como digo, un trabajo apasionante.

Aunque tu historia es puramente ficcional, te he escuchado decir que el periplo de tu protagonista, Margarita, hunde sus raíces en la experiencia de algunas mujeres de tu familia. Supongo que tus sensaciones no debieron de ser exactamente las mismas al indagar en las hemerotecas   o al  escuchar las “historias orales” de personas de carne y hueso que además te son personalmente próximas. ¿Al ponerte a escribir, cómo  enfrentaste el reto  de  gestionar el equilibrio entre la objetividad del dato y la subjetividad de la experiencia humana? 

Creo que ahí se nota que tengo dos perfiles: periodista y escritora, y una forma de ser: curiosa y con ganas de aprender. Como periodista me he enfrentado a los datos de manera aséptica —al menos en esta novela—, he querido retratar un Madrid lo más fiel a la realidad posible, teniendo en cuenta que por mi edad no he podido conocerlo en los años 40. Ha sido un proceso de documentación laborioso pero apasionante. Como escritora, esos datos fríos es como si los hubiera cocinado, templado y aderezado, pero eso sí, con sumo cuidado para no perder verosimilitud. El aderezo son recuerdos, cosas que me han contado, anécdotas que he leído… para escribir, leer lo es todo en realidad y escribir esta historia me ha supuesto leer mucho. No te imaginas la pila de libros que tengo para leer ahora que estoy con mi segunda novela.

Margarita es una adolescente de 14 años, casi una niña. ¿Por qué eliges esa etapa vital y no, a mujeres  adultas como protagonistas y sobre las que sin duda también hay mucho que contar respecto a ese periódico histórico?

Quería mostrar la invisibilidad de la mujer, y esta comienza desde niña. También quería que quienes no lo han vivido o a quienes no les han contado cómo era España en aquella época vieran cómo era la infancia, cómo se trataba a la mujer, cuánto han cambiado las cosas y también que hay que seguir luchando para que cambien aún más. Las mujeres adultas son personajes muy interesantes, pero la inocencia que tiene Margarita es un elemento esencial en esta historia. Los hombres ganaron o perdieron una guerra, pero creo que todas las mujeres perdieron la guerra.

Supongo que el hecho de que tu protagonista sea una mujer, debió de ser una elección personal y no sé si deliberadamente comprometida. Te lo digo porque, más allá de los debates bien conocidos que dominan a la crítica y teoría literaria feminista, es una evidencia que existe una “historia silenciada”, una invisibilidad “literaria” de la experiencia de las mujeres en aquellos tenebrosos años del primer franquismo. 

La elección del personaje femenino vino “impuesta” por la idea en la que se basa la historia: una niña que entra a servir en la ciudad y debe dejar su hogar y familia. En cualquier caso, el tono de la novela es de denuncia de esa invisibilidad. Es cierto que el papel de la mujer durante la guerra y la posguerra ha sido absolutamente silenciado, durante la guerra lucharon valientemente y durante la posguerra sacaron adelante a sus familias cuando no había casi con qué. Hay que tener en cuenta el papel que cobró la mujer durante el franquismo, el adoctrinamiento de la Sección Femenina, su anulación absoluta frente al hombre, la humillación de arrebatarle sus derechos. A veces me pregunto cómo una sociedad puede tratar tan mal a las mujeres que le han dado la vida.

La adolescencia “truncada” o “robada” es un tema recurrente en buena parte de la tradición narrativa sobre la guerra y la posguerra. ¿Aunque te pueda parecer una especulación filosófica, te preguntaría si, efectivamente, piensas también que los acontecimientos y las circunstancias, como le ocurre a Margarita, tienden siempre a robarnos alguna etapa de nuestra vida?

En la novela lo expreso así y estoy convencida de ello: una guerra civil es lo peor que le puede pasar a una sociedad. Nuestra guerra civil es como una brecha en el siglo XX, una ruptura brutal en el progreso que podríamos decir normal de nuestra sociedad. No hablamos de ejércitos ni campos de batalla, al estilo de las campañas del siglo anterior, hablamos de personas que fueron arrolladas por una sublevación, por un golpe de estado que sembró el odio, y odio es lo que recogió. ¿Qué se puede esperar de las personas que sufrieron algo así? La vida se quiebra a su vez, es imposible olvidar, en muchos casos, es imposible perdonar. La juventud robada es un elemento común en todas las guerras, y sin embargo la historia recuerda a los adultos que no actuaron como tales, sino que sentados en sus despachos jugaron a odiarse, incapaces de detener la barbarie.

También hay muchos personajes secundarios, pero que, paradójicamente, tienen un enorme magnetismo y sus vidas cotidianas  se revelan como un valioso testimonio sobre una época condicionada por un bien determinado ambiente ideológico, político y social. ¿Pretendías quizás buscar vías narrativas alternativas a las de la novela histórica pura y dura, siempre centrada en los grandes personajes y acontecimientos, incidiendo en cambio mucho más  en la memoria de los “ de abajo”?

La verdad es que no veía ningún atractivo en contar esta historia a través de personajes conocidos; es cierto que esta novela no es una novela histórica pura y dura, pero no quería ensalzar ni vapulear a nadie, ni siquiera entrar a valorar lo que dicen los biógrafos de uno u otro bando. Quería contar historias con minúsculas, mucho más interesantes, por otra parte. Jugué a un paseo imaginario por el Madrid de la posguerra, y quise contar lo que vería en ese paseo. Madrid en esa época no eran las parafernalias franquistas, ni los desfiles de la Victoria; Madrid eran los madrileños día a día, la lucha por sobrevivir, por encontrar qué comer, por vencer a la miseria y a la enfermedad, y, sin embargo, la gente se enamoraba, amaba a sus hijos, se inventaban canciones, chistes, la gente bailaba en las verbenas… quería ver hasta qué punto se puede reparar el alma humana tras un desastre demencial, y eso había que hacerlo buscando almas diferentes entre la gente corriente.

También hay cuestiones como el amor o el matrimonio y en el que ilustras los roles tradicionales de las mujeres y el encorsetamiento de las relaciones entre los géneros en esa  España “integrista” del nacional-catolicismo. Hay algunos escritores y cineastas sobre esta época que, a veces, con el único objetivo de jugar con el morbo del lector o espectador, extrapolan rituales amorosos de nuestro tiempo,  distorsionando el contexto histórico y las mentalidades y valores culturales y morales que le estaban asociados. Tú, en cambio, eres de un exquisito realismo. ¿Explícame una cosa, cómo se pone una escritora actual y moderna en la piel de una mujer española de los años 40?

Es verdad, muchas veces nos encontramos películas o novelas en las que algo “cojea”, a mí esas cosas me chirrían, pero existen, y es que se trata a los personajes como si fueran personas de nuestro siglo, tienen reacciones o pasiones que no son propias de su época. Creo que esa labor es fundamental a la hora de crear una ficción, y  por ejemplo metiendo un desnudo a destiempo o una escena de sexo apasionado estropeamos todo el trabajo previo. En los 40 no se amaba como ahora, recordemos que ni siquiera los esposos se veían desnudos. Todo era pecado, el sexo era un vehículo para la reproducción, la familia católica era la base de la sociedad y la moral estaba por encima de cualquier otra cuestión. Había hipocresías para todos los gustos, es verdad, pero ese “integrismo”, como dices, marcaba absolutamente a la sociedad.

Yo aún iría más allá en la pregunta y es cómo una mujer del siglo XXI puede ponerse en la piel de mujeres y hombres de los años 40. Creo que he recreado bien a todos los personajes, tanto masculinos como femeninos. Tengo el defecto de meterme mucho, quizá demasiado, en la historia y los personajes. Hay autores que se olvidan de que ellos no son sus personajes; yo no soy ninguno de mis personajes, ellos tienen vida propia aunque sólo sea dentro de mi cabeza y como tal cada uno decide, piensa y actúa en consecuencia. Es un trabajo fascinante, por eso creo que me gusta tanto escribir. Vives otras vidas, experimentas sentimientos que nunca tendrías… es maravilloso. Por ejemplo, jamás se me ocurriría matar a otra persona, pero puedo imaginar cómo sería y qué implicaciones tendría.

En “Amaneció de nuevo Madrid” describes muchas situaciones, sobretodo la de los “vencidos” en las que domina  la pobreza, el hambre, las heridas personales, la soledad, las injusticias y la desmoralización. Sin embargo, a diferencia de otras novelas inspiradas en esta época, casi siempre muy tremendistas y pesimistas, en tu obra hay un “rayo de sol” narrativo, un toque de optimismo y la prueba está en que el final no alberga esa parte dramática y desconcertante que han caracterizado a otras obras. ¿Consideraste quizás que era necesario serenar la mirada sobre un pasado político, social e histórico tan complicado y casi siempre sujeto a condicionamientos ideológicos y percepciones maniqueas?

 Yo tengo, como todo el mundo, mis propias opiniones, mi ideología, pero no quería que la novela fuera una muestra pública de ello. ¿A quién le iba a interesar? Mi opinión, en cierto sentido, no era lo importante. Si después de leer la novela, alguien tiene curiosidad por saber mi opinión sobre ciertas cosas, nos tomamos un café y se lo cuento.

He hablado más de los vencidos porque procedo de aquellos que fueron vencidos, qué duda cabe de que eso me ha influenciado al igual que el hecho de que considero que el 18 de julio de 1936 es una abominación, pero ¿qué ganaba con mostrarlo a las claras en una novela absolutamente inventada? Nada. Efectivamente, me serené y busqué hacer un retrato de época, contando esas historias que parece que no son importantes, pero que en realidad lo son, y mucho, porque son las historias de quienes nos dieron la vida a los que nacimos con la democracia. La idea de que siempre hay una esperanza nace de ahí, de que a pesar de todo, la gente de mi generación pudimos nacer en libertad. La novela no es una historia de buenos y malos, héroes o villanos, es como la vida misma, donde no ganan siempre los buenos, ni los malos tienen justo castigo. La vida es injusta, es como es y, pase lo que pase, el ser humano siempre sale adelante, más o menos tocado, pero siempre sale adelante. Prueba de ello es que nuestros abuelos vivieron una guerra, hambre, frío, miseria… pero nosotros estamos aquí. Ojalá no lo olvidemos nunca, ese es el propósito de esta novela.

Al leer tu novela y después recapitularla, tuve la extraña sensación en algunos momentos de ver el Madrid de hoy, azotado por años de conservadurismo, en los que  la desigualdad y la exclusión, la falta de oportunidades y el abuso de poder son notorios. ¿Si me permites la reflexión, no dirías que, aunque aborda un contexto histórico bien localizado, “Amaneció de nuevo Madrid” es de una asombrosa actualidad?

Absolutamente cierto. En la posguerra, Madrid era una ciudad de acogida, donde la gente del mundo rural buscaba una vida mejor. Hoy en día, en Madrid hay mucha gente que viene de fuera buscando una vida mejor. Ahora mismo, al igual que entonces, encontramos lugares donde brilla una ciudad llena de opulencia y también rincones donde pulula la más terrible de las miserias. Hay semáforos donde se paran coches con precios obscenos mientras en la acera se arropa bajo una manta mugrienta un ser humano que hace tiempo que ha dejado de ser tratado como tal. Madrid tenía esos contrastes, y los sigue teniendo. Amaneció de nuevo Madrid podría contarse hoy en día perfectamente.

Desde un punto contextual y estético, tu obra recorre muchos lugares emblemáticos de Madrid, que no solo han forjado la identidad cultural de la capital, sino también la memoria individual y colectiva  de sus habitantes. Sin embargo, justo cuando estaba en las últimas paginas de tu novela, me enteré de que una multinacional china pretendía demoler el Edificio España y que el Café Comercial cerraba sus puertas. ¿No te da la impresión de que en Madrid, sobre todo en medio de esta crisis y del imperio de lo económico, se están destruyendo, por decirlo de alguna manera, sus “ lugares de la memoria”?

El imperio económico no sabe de nostalgias, ni de fotografías en blanco y negro, tradiciones o leyendas. Si un edificio sobra, se tira. Da igual lo que represente. Que hay que cerrar un local emblemático, se cierra. No cuidamos de nuestra memoria, sólo cuidamos de nuestro futuro y no nos damos cuenta de que somos de donde venimos y no a donde vamos. Básicamente porque nadie sabe qué traerá el futuro. En realidad, con las cosas nos pasa como con las personas, las viejas nos molestan. No somos capaces de honrar a nuestros mayores, ¿vamos a honrar un edificio o un monumento? La especulación se ha cargado la zona de Canalejas, se han borrado del mapa antiguos frontones que malviven como fantasmas emparedados, se han “perdido” preciosos monumentos como el templete de acceso al metro en Gran Vía… pasan los años y nada parece importar, sólo que los grandes inversores nos llenen de tiendas y colorines la ciudad. A mí me gusta mucho mirar fotografías antiguas y la verdad, no veo que ahora la ciudad sea más bonita que entonces. Supongo que soy rara, o demasiado nostálgica, pero me da miedo que deje de importarnos que arrasen con todo, los chinos, los especuladores, los políticos… o todos a la vez.

Ya para ir acabando, tu novela abre muchas posibilidades hermenéuticas,desde la reivindicación del papel de las mujeres o la denuncia de la infancia robada, pasando por la crítica social y política. Sin embargo, a pesar de la diversidad de las subjetividades lectoras, es evidente que el autor también tiene un mensaje e intención concretos. ¿Cuál ha pretendido ser el tuyo?

Supongo que el mensaje es que la vida sigue. La novela es sólo un pedazo de historia, lo importante es que para cada uno de nosotros salga el sol mañana por la mañana. No he descubierto la rueda contando lo que pasó a los vencidos, ni cómo sufrió la población en la posguerra o cómo se anuló a la mujer en el franquismo, sólo quería contar algunas cosas que deseo que no se olviden.

Siempre te has reivindicado como editora y periodista. ¿Podemos añadir también que ha nacido una escritora que ha emprendido un sendero por el que va seguir a partir de ahora caminando?

Esas son mis dos profesiones “serias”, las académicas, las que uno emprende para ganarse la vida. Luego están las pasiones, esas nacen contigo. Como escritora nací el primer día que escribí ficción —allá por la niñez—, ahora bien, Amaneció de nuevo Madrid es la prueba palpable de que una de mis pasiones podría ser una profesión. Es la que más me gusta de todas, y es en la que soy más yo, pero no está tan claro que pueda ganarme la vida con ello. La carrera literaria es complicada. El futuro dirá cuál de las tres toma el timón en mi vida, quizás las tres, no lo sé. Provengo de una familia obrera, he tenido que trabajar mucho para conseguir lo que tengo y no poseo un apellido que me permita sacar una novela y ganar aún más dinero del que ya tengo atesorado, así pues no queda más que seguir trabajando, seguir escribiendo, seguir apostando por lo que creo que es ser escritora y vivir con el deseo de que mañana amanezca.

Publicado por Laurentino Vélez-Pelligrini (París, 1969)

Es politólogo, sociólogo, ensayista. Estudió en el Institut d'Études Politique y en l'Ecole des Hautes en Sçiences Sociales, donde se formó junto al prestigioso sociólogo francés Michel Wieviorka. Se especializó en Sociología del Género y de la Sexualidad y del que son un resultado sus libros " Minorías Sexuales y Sociología de la diferencia. Gays, lesbianas y transexuales ante el debate identitario", ( Montesinos, 2008) y "Sujetos de un contra-discurso. Una historia intelectual de la producción LGTB y queer en España" ( Ed.Bellaterra, 2011). Es autor de numerosos artículos en revistas de ciencias sociales y colaborador habitual de " Mientras Tanto" y " El Viejo Topo". En la actualidad su labor investigadora y ensayística está centrada en la historia cultural e intelectual y prepara la edición de un nuevo libro sobre los grandes perfiles y personalidades de la vida intelectual española desde la posguerra hasta nuestros días.

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